¡Que incomparable sensación de bienestar me embarga después de haber pasado un fin de semana como el que acabamos de dejar atrás!
Un fin de semana repleto de mil y una sensaciones, todas ellas resumibles bajo el epígrafe, LO HEMOS PASADO DE PUTA MADRE.
Llegamos el sábado por la tarde, y el hotel era de lo más acogedor. Un hotel que os recomiendo encarecidamente, si queréis pasar un fin de semana inolvidable en este rincon de esta nuestra España. El hotel se llama OLIMPIA, calle San Antonio nº 9, y además de acogedor, cómodo y limpio, hace gala de tener unos dueños de lo más amable y servicial.
Después de comer, hicimos una pequeña ruta barítima por los locales de la zona, todos ellos impregnados de ese sabor medieval característico en la zona, eso si, acompañados de una lluvia que de modo intermitente, no nos dejó en toda la tarde, pero que no impidió que Jero con sus frases proverviales e Igone y el resto de feminas rebatiéndolas, amenizaran una tarde espléndida.
La cena, en el restaurante "El Gallo", local también recomendado para cenar o comer. Parrillada de carne y verduras para todos, todo ello regado con vino del lugar y aderezada por el buen ambiente que se respiró en todo momento. Risas, videos, y un sin fin de pinceladas de buen rollo y buen humor.
Después al hotel, a coger fuerzas para acometer el día siguiente o a lo que sea...
Por la mañana, desayuno completísimo y a rutear por el marco incomparable que ofrecen las vetustas calles y edificios del casco urbano de Albarracín. Estuvimos en el museo del juguete, donde algunos recordamos momentos felices de nuestra niñez; subimos a las murallas, compramos recuerdos y luego, con la mirada puesta en el negro cielo cubierto de nubes, que no presagiaba nada bueno, hicimos tiempo en una taberna de la plaza mayor, para humedecer nuestras ásperas gargantas.
Sobre las dos, cogimos aire, y desafiando al cielo cada vez más cubierto de negros nubarrones, nos lanzamos a la carretera, dejando atras Albaracín y tomamos rumbo a casa. Paramos a comer en Gea de Albarracín y tras una comida para olvidar, bajo una lluvia torrencial que tan solo nos daba un respiro de vez en cuando, alcanzamos Sarrión , donde había granizado de manera espectacular, tiñendo de blanco los campos y sembrados como si del més de Diciembre se tratara. Más tarde, bajo una lluvia torrencial que desdibujaba incluso las figuras de mis compañeros, impidiendo ver más allá de unos cuantos metros, cruzamos la línea de nuestra querida provincia y sobre las 18:00 horas llegamos a nuestras casas.
Ahora, al día siguiente, conservo un sabor dulce en la boca, recordando los momentos pasados y anhelando los que están por venir, creciendo en mi el orgullo de tener los amigos que tengo y sobre todo de pertenecer a este magno motoclub: ¡¡¡EL MOTORRA!!!!
Ahora...para el recuerdo...
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